Seres humanos: el gran reto de la conducción autónoma.

coche autónomo

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La conducción autónoma es, muy posiblemente, el gran centro de interés de la robótica autónoma. Sin embargo, de momento se habla poco, al menos en las publicaciones científicas, sobre uno de los principales problemas a los que se enfrenta esta rama de la robótica: ¿qué ocurre con esos otros vehículos no autónomos con los que compartirá las carreteras? Dicho de otro modo, ¿somos los seres humanos que seguiremos conduciendo vehículos el gran reto de la conducción autónoma?


De momento, los vehículos autónomos no representan ni un uno por ciento del tráfico, así que parece que la transición está siendo tan lenta como la del paso de los caballos a los coches. Por otra parte, una de las grandes ventajas de los vehículos autónomos es que pueden comunicarse entre ellos para evitar accidentes, puesto que pueden avisarse de peligros que no están al alcance de sus sensores.


Pues bien, si uno discute las mejoras de seguridad en los vehículos autónomos, inevitablemente acabará hablando de los problemas éticos que surgen. Veamos un ejemplo clásico. Si uno conduce un coche autónomo y va a colisionar contra un autobús escolar del que suben o bajan niños, hay dos opciones: o atropella a los niños y el conductor sobrevive, o se estrella contra el autobús y el conductor muere pero los niños se salvan. ¿Qué haría una inteligencia artificial en ese caso?


Una situación así, con un conductor humano, no puede darse, porque no hay tiempo para tomar tal decisión. Mientras uno lo piensa ya ha atropellado a los niños o se ha estrellado, porque eso seguramente quiere decir que uno va a más velocidad de la que se considera segura en ese caso. De nuevo, de tratarse de un vehículo autónomo, seguramente no habría circulado a más velocidad de la cuenta en primer lugar.


Son justamente ese tipo de consideraciones éticas, por muy hipotéticas que sean, las que están retrasando el empleo de conducción autónoma, a pesar de que anualmente mueren más de un millón de personas al año en accidentes de tráfico.


Quizá por eso se está desarrollando la tecnología VRU2X, un estándar para avisar a los vehículos autónomos de la presencia de vehículos no autónomos, como motos, coches de reparto, bicicletas y, sí, también autobuses escolares. Cuantos más vehículos formasen parte de esa red, aunque contasen con un conductor humano, más seguros se volverían los coches autónomos.

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